sábado, 16 de marzo de 2013

Antecedentes de la Basura


Cuando nacimos como especie, éramos tan frugales y poco desperdiciados como los demás animales que nos acompañaban en este planeta. En aquel entonces éramos cazadores y recolectores y no dejábamos nada a nuestro paso: todo era aprovechable. Hasta los huesos de los animales cazados eran rotos a pedradas para usar el tuétano, una inmejorable fuente de proteína. Siendo nómadas, el llevar poco equipaje era de rigor, de manera tal que había poco o nada que pudiera considerarse prescindible.


Las cosas cambiaron notablemente cuando alguno de nuestros antepasados sumó dos más dos, y cayó en la cuenta de que una semilla que tiempo atrás había escupido, se había convertido en una planta comestible. No sé cuánto tiempo habrán escupido semillas por todos lados, pero de esa forma descubrieron la agricultura: por primera vez, para alimentarse el hombre no dependería del azar, el deambuleo y las erráticas costumbres migratorias de los bisontes.

Claro que ello tuvo otras consecuencias. La más importante, que para sembrar, regar, cuidar y cosechar, había que permanecer mucho tiempo en el mismo lugar. Si las condiciones eran ideales, de hecho, se trataba de quedarse permanentemente en el sitio. Ello implicaba la construcción de viviendas con materiales poco perecederos.


El primero tiene que ver con el éxito del fenómeno agrícola: la relativa certidumbre de que se tendría alimento para el futuro, determinó que más y más gente se dedicara a lo mismo. ¿El resultado? Que las comunidades sedentarias empezaron a crecer, y con frecuencia esa expansión no correspondía a miembros de la misma familia, clan o tribu.


Debido a la permanencia de comunidades relativamente grandes en un mismo lugar, el qué hacer con los desechos se volvió un asunto serio. Empezando por la cuestión de los despojos dejados por las necesidades más perentorias. Habría que recordar que esos beneméritos inventos que son el excusado y el drenaje sanitario tienen menos de 160 años. Ese reto en particular lo resolvió cada civilización de la manera en que Dios (o dioses) le dio a entender. De hecho, en algunos casos esas tecnologías definían a la civilización. Durante varios siglos, la obra que los romanos le presumían a los visitantes no era un templo, foro o edificio público, sino la Cloaca Máxima.

File:Rome, a view of the river Tiber looking south with the Castel Sant'Angelo and Saint Peter's Basilica beyond by Rudolf Wiegmann 1834.jpg

De los desechos de otro tipo se disponía también según el ambiente y necesidades de la colectividad. A partir de cómo se hacían cargo de sus basuras, se ha desarrollado toda una rama de la arqueología: ya existen especialistas en determinar hábitos, costumbres, alimentación y hasta tendencia a fallar penaltis entre las culturas antiguas sólo a partir del tipo de desechos, la ubicación de los basureros y la forma que tenían de lidiar con ellos.


Ahora bien, cabe hacer notar que durante milenios la basura como tal era más bien escasa. Y es que aunque el sedentarismo había cambiado las circunstancias, la vida humana. Los recursos eran magros, la escasez frecuente y los desastres (naturales y humanos) imprevisiblemente presentes. No se desperdiciaba nada porque resultaba difícil hacerse de cualquier cosa, ya fuera de uso cotidiano o de aparente lujo. Un campesino europeo o hindú o novohispano del siglo XVII, el de Hobbes, podía aspirar a tener menos de una decena de cambios de ropa en su vida. En la existencia de buscones, pícaros y periquillos que nos narra la literatura castellana del XVI al XIX, no hallamos que anden buscando comida en la basura, porque nada comestible iban a encontrar en ella.

 

Pero por ahí del siglo XVIII llegó la mayor transformación civilizatoria de los últimos milenios: la Revolución Industrial; y con ella cambios tan abismales como los ocurridos con el paso del nomadismo a la sedentarización. Por primera vez se pudieron crear bienes, herramientas, enseres y armas de manera rápida y masiva. La camisa de algodón que tardaba semanas en su producción, de la pizca manual del capullo al despepite manual del mismo al cardado, hilado, tejido, cortado y ensamblado manuales de la tela y la camisa, ahora podía elaborarse en días. El caldero de hierro que el artesano tardaba días en hacer, ahora era fabricado en minutos. De pronto, el cielo era el límite en términos de a qué podía tener acceso un mundo que, en parte por el mismo fenómeno, se fue haciendo más chiquito y más poblado.



Con la Revolución Industrial vino la gran explosión en la generación de basura, por dos razones: los procesos industriales generan escorias y desechos en una escala muchísimo mayor que los artesanales. Y además, siendo los productos más accesibles y baratos, la tentación de echarlos a la basura cuando se dañaban o dejaban de funcionar correctamente, se volvía mayor.




Por supuesto que, en muchas partes del mundo, y ya en este siglo XXI, existen numerosas comunidades que no se pueden dar el lujo de desperdiciar nada, y de hecho reciclan en su provecho la basura de sociedades más prósperas.









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